Color oscuro, carencia de brillo o peso generoso son algunas de las cualidades que caracterizan a una buena sandía y en las que es aconsejable fijarse. Sin embargo, hay más trucos que permiten dar por fin con la más dulce y sabrosa
Refrescante, ligera e hidratante, la sandía es una de las comidas más consumidas durante el verano. En contra de la creencia generalizada, no es una fruta, sino una hortaliza de la familia de las cucurbitáceas, como la calabaza, el pepino o el calabacín. Por este motivo, cuando esta se estropea o no está buena tiene un sabor que recuerda al de estos vegetales.
Repleta de bondades nutricionales
Al margen de esta curiosidad, lo cierto es que esta –llamémosla– fruta constituye uno de los grandes placeres nutricionales de los días veraniegos, pues ayuda a soportar la canícula de las horas más implacables del día. Muchos piensan que solo aporta agua. Es cierto que tiene un alto contenido –en torno al 90%– de este líquido, pero también es generosa en vitaminas A, C y B6, en hidratos de carbono, en minerales –sobre todo, potasio y magnesio– y en fibra.
Sin embargo, el componente más valioso que contiene, según los expertos en nutrición, es el licopeno. Este carotenoide –el mismo que le confiere la pigmentación al tomate– tiene un gran poder antioxidante y aporta numerosos beneficios a nuestra salud, entre los que destacan la reducción de los niveles de colesterol y de hipertensión, la prevención de enfermedades de corazón e incluso la prevención de algunos tipos de cáncer, como los relacionados con el papiloma.
Aunque solo valoramos la carne de la sandía, lo cierto es que la corteza también puede vanagloriarse de ser generosa en propiedades nutricionales. De hecho, es rica en clorofila y en citrulina, un aminoácido que tiene el poder de relajar los vasos sanguíneos, de promover la circulación de la sangre y de ayudar a solucionar la disfunción eréctil. Obviamente, no la ingerimos porque no tiene un sabor muy agradable. Sin embargo, quien quiera incluirla en su dieta puede mejorar su gusto pasándola por la batidora junto con zumo de lima.
En busca de la sandía correcta
Ante una fruta tan hermética que guarda su calidad en el interior, imperceptible a nuestros ojos, es frecuente que surjan numerosos interrogantes a la hora de elegirla. Pero ¿cómo podemos averiguar si la sandía que vamos a incluir en nuestra cesta de la compra es buena y, por tanto, cumple con nuestras expectativas? Para facilitar esta tarea y enseñarnos a tener un buen ojo frutero, la OCU aporta algunos consejos.
– El color y el brillo. Solemos tener predilección por los colores intensos, sobre todo cuando destellean en las frutas, pues las hacen más apetecibles. Sin embargo, esta regla no es aplicable a la sandía. Cuanto más oscura, menor grado de brillo y menos manchas diferentes de verde presente la corteza, más madura estará y, por tanto, mejor sabor tendrá. Igualmente, alguna zona de la base de dicha fruta debe tener un color amarillo cremoso -cuanto más oscuro, mejor-, la cual se corresponde con el lugar en el que la fruta ha estado apoyada en la tierra conectada a la planta.
– El golpe y la presión. Cada vez que vamos a la frutería vemos que uno de los rituales del frutero para detectar una buena sandía es comprobar su sonoridad dándole golpecitos. Tiene su porqué: si el sonido resultante es hueco y contundente, la sandía estará en su punto de maduración justo y, por tanto, lista para consumir. Si, por el contrario, dicho sonido es flojo, como si tuviera eco, indica que la fruta no está aún madura.
Asimismo, al presionar la sandía debemos asegurarnos de que la textura de la corteza es firme. Pues si dicha textura es blanda, significa que está pasada o que ha sufrido daños. Siempre teniendo en cuenta que la sandía es una de las frutas que no maduran una vez se han recolectado. De ahí, la importancia de asegurarse que se incluye en la cesta de la compra la que está en su punto idóneo de maduración.
– La forma y el peso. En cuanto a la forma, se aconseja optar por los ejemplares que presenten una silueta redonda y que, además, carezcan de protuberancias y grietas. Pues si la sandía tiene alguna de estas deformidades, es posible que no haya recibido de forma correcta ni homogénea la luz solar o el agua y, por tanto, presente modificaciones de sabor y textura. Para evitar estas eventualidades, la OCU aconseja escoger las piezas que se encuentran en la cima del montón, pues al sufrir menos golpes, suelen presentar mejores condiciones.
Por su parte, el peso de la sandía debe ser generoso. Hay que tener en cuenta que un elevado porcentaje de su composición es agua, por lo que se recomienda comprobar que dicho peso es acorde a su tamaño. Al coger la sandía, tiene que pesar más de lo que aparenta, pues, de lo contario, estará menos dulce y menos sabrosa.
– En piezas. Además de los ejemplares enteros, en el mercado se pueden encontrar piezas de sandía cortadas por la mitad o en cuartos. En este caso, la elección resulta un poco más fácil. La OCU recomienda escoger las porciones que tengan pepitas oscuras –las blancas indican escaso grado de maduración– y que no muestren una textura aparentemente harinosa.
Fuente: https://www.alimente.elconfidencial.com/